Maria Montessori
En 1907 por encargo del Instituto dei Benin Stabilli de Roma, abría en uno de los nuevos barrios obreros la primera “Casa de los niños”, a la que pronto seguiría otra en Roma. Desde allí la institución se difundió por Italia y por todo el mundo, tomando el carácter de institución independiente, organizada de un modo cada vez más claro como un método original de educación infantil. El método Montessori consistía en la autonomía del niño, que encontraba en la “Casa” el material indispensable para el ejercicio de los sentidos, objetos apropiados a sus acciones y a sus proporciones físicas, posibilidades de aplicarse con su trabajo personal y según su libre elección, a la solución de problemas prácticos interesantes, mediante el variado material disponible. Principio dominante: el de dejar hacer; de vigilar para ayudar en caso de necesidad; de tener fe en el valor inmenso de una actividad libre desarrollada con vistas a finalidades concretas adoptadas por el niño, y capaz de impulsar un desarrollo seguro y de desembocar poco a poco en descubrimientos espontáneos y conquistas según su ritmo natural y según una sucesión de “períodos sensitivos” vinculados a las aficiones particulares del niño, que era preciso saber comprender y satisfacer en el momento adecuado para no dejar pasar la ocasión propicia sin el indispensable ejercicio. Era un programa y un apostolado que se inscribían con caracteres propios en el movimiento de la “escuela activa” y que enlazaba más o menos con Rousseau y con Froebel.
En 1916 fundó en Barcelona una “Iglesia de los pequeños”, aplicación de los principios de la “Casa” a la educación religiosa de los pequeños. En los últimos años de su vida participó de modo notable y competente en los trabajos de la UNESCO y fundó el centro de estudios pedagógicos en la Universidad para extranjeros de Perusa. El gran tema de los escritos de Montessori es “el niño construye al hombre”. La sociedad debe ser reconstruida, y el niño posee la potencialidad que, combinada con su ambiente estimulante, dará por resultado un hombre nuevo; Montessori acentúa en este proceso de autoeducación la espontaneidad en la que se verifica, fruto de una motivación innata, nacida del amor que tiene el niño por el conocimiento y del contacto con el clima creado.
“EL HOMBRE DEBE APRENDER DEL NIÑO”
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